Page 44 - Banca Pueyo 125 Anos
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Banca Pueyo. 125 años de historia
tierras de labor, las mitades de dos dehesas (Dornajo en Campanario y Peñón
en La Coronada), créditos hipotecarios contra vecinos de la ciudad, etcétera. La
voluntad de Luis del Pueyo sobre la herencia que dejaba queda recogida de
forma clara y concisa en su testamento: “(…) instituyó por sus herederos de
todos sus bienes, derechos y acciones, de la mitad de su herencia a sus padres,
D. Gregorio y Dª Matilde del Pueyo, y de la otra mitad a su hermano D. Ricardo
del Pueyo y Pueyo.” A fecha de su fallecimiento, su padre no le había sobrevivido
y su madre en este documento de protocolo estaba representada por un came-
rano de Villanueva, vecino y amigo de la fami-
lia, Manuel Vacas Íñiguez. La decisión de
dejarle a su hermano la mitad de todas sus
posesiones favoreció enormemente la inte-
gración de un patrimonio dividido, puesto
que la otra mitad de determinadas propieda-
des, sobre todo bienes inmuebles, ya le per-
tenecía a Ricardo del Pueyo, como fueron los
casos de las viviendas o de las fincas,
uniendo así las heredades y declarándose
propietario único de las mismas. De haber
fallecido con anterioridad su madre, Ricardo
hubiera sido su universal heredero, circuns-
tancia recogida en el testamento.
Una vez terminada la guerra, Emilio
Calderón se reincorporará a su puesto de tra-
bajo en el año 41, tras un periplo por Madrid
y Sevilla, al igual que Manolo chiripa, otro tra-
bajador que había acompañado a la familia
en el viaje hacia Sevilla y que había regresado
para ejercer su labor pasada de chófer. Otro
Ricardo del Pueyo y Pueyo de los trabajadores que se une a esta lista
que va ampliándose es Francisco Calderón,
hermano de Emilio y Juan Barrantes el cobrador, cuya función principal era
cobrar las letras casa por casa. Por otro lado, unos años más tarde se incorpo-
rará como cajero Emilio Ridruejo Fernández, amigo íntimo de Ricardo del Pueyo,
que se encontraba en Marbella trabajando como jefe de telégrafos y que vino a
Villanueva de la Serena por motivos familiares. Poco después contarán también
con Guillermo González Ridruejo (sobrino del anterior), un joven con un futuro
prometedor y con una formación consolidada ya por esas fechas, pues se había
licenciado como Perito Mercantil.
La apuesta por la autarquía afectará al sector financiero, estableciéndose
el conocido statu quo implantado tras la guerra civil y que, en resumidas cuentas,
venía a significar la congelación de la situación existente en cuanto al número
de bancos que había en el año 36 y que conllevaba la imposibilidad de crear
nuevas entidades financieras. Transcurridos los primeros años del franquismo,
hay un nuevo intento por dinamizar el panorama bancario nacional. De esta
forma, el por entonces ministro de Hacienda, Joaquín Benjumea, restablece el
Registro de Bancos y Banqueros que ya había determinado la Ley Cambò de
1921. Esta nueva disposición legislativa venía recogida en el texto aprobado bajo
la denominación de Ley de Ordenación Bancaria de 31 de Diciembre de 1946,
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tierras de labor, las mitades de dos dehesas (Dornajo en Campanario y Peñón
en La Coronada), créditos hipotecarios contra vecinos de la ciudad, etcétera. La
voluntad de Luis del Pueyo sobre la herencia que dejaba queda recogida de
forma clara y concisa en su testamento: “(…) instituyó por sus herederos de
todos sus bienes, derechos y acciones, de la mitad de su herencia a sus padres,
D. Gregorio y Dª Matilde del Pueyo, y de la otra mitad a su hermano D. Ricardo
del Pueyo y Pueyo.” A fecha de su fallecimiento, su padre no le había sobrevivido
y su madre en este documento de protocolo estaba representada por un came-
rano de Villanueva, vecino y amigo de la fami-
lia, Manuel Vacas Íñiguez. La decisión de
dejarle a su hermano la mitad de todas sus
posesiones favoreció enormemente la inte-
gración de un patrimonio dividido, puesto
que la otra mitad de determinadas propieda-
des, sobre todo bienes inmuebles, ya le per-
tenecía a Ricardo del Pueyo, como fueron los
casos de las viviendas o de las fincas,
uniendo así las heredades y declarándose
propietario único de las mismas. De haber
fallecido con anterioridad su madre, Ricardo
hubiera sido su universal heredero, circuns-
tancia recogida en el testamento.
Una vez terminada la guerra, Emilio
Calderón se reincorporará a su puesto de tra-
bajo en el año 41, tras un periplo por Madrid
y Sevilla, al igual que Manolo chiripa, otro tra-
bajador que había acompañado a la familia
en el viaje hacia Sevilla y que había regresado
para ejercer su labor pasada de chófer. Otro
Ricardo del Pueyo y Pueyo de los trabajadores que se une a esta lista
que va ampliándose es Francisco Calderón,
hermano de Emilio y Juan Barrantes el cobrador, cuya función principal era
cobrar las letras casa por casa. Por otro lado, unos años más tarde se incorpo-
rará como cajero Emilio Ridruejo Fernández, amigo íntimo de Ricardo del Pueyo,
que se encontraba en Marbella trabajando como jefe de telégrafos y que vino a
Villanueva de la Serena por motivos familiares. Poco después contarán también
con Guillermo González Ridruejo (sobrino del anterior), un joven con un futuro
prometedor y con una formación consolidada ya por esas fechas, pues se había
licenciado como Perito Mercantil.
La apuesta por la autarquía afectará al sector financiero, estableciéndose
el conocido statu quo implantado tras la guerra civil y que, en resumidas cuentas,
venía a significar la congelación de la situación existente en cuanto al número
de bancos que había en el año 36 y que conllevaba la imposibilidad de crear
nuevas entidades financieras. Transcurridos los primeros años del franquismo,
hay un nuevo intento por dinamizar el panorama bancario nacional. De esta
forma, el por entonces ministro de Hacienda, Joaquín Benjumea, restablece el
Registro de Bancos y Banqueros que ya había determinado la Ley Cambò de
1921. Esta nueva disposición legislativa venía recogida en el texto aprobado bajo
la denominación de Ley de Ordenación Bancaria de 31 de Diciembre de 1946,
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